miércoles, 27 de agosto de 2008

HISTORIA DE FE SOBRE VOTOS RELIGIOSOS, CONSENSO COMUNITARIO.

HISTORIA DE FE SOBRE VOTOS RELIGIOSOS, CONSENSO COMUNITARIO.

A- CAF de Santa María.

(San Juan, 22- 24 de Septiembre de 1992)

En Proceso de Conversión. Coherencias e incoherencias con el Proceso Escatológico de Jesús.

  • Consenso comunitario

    A través del proceso de nuestra Historia de Fe como CAF encontramos estas incoherencias y coherencias en los votos de Pobreza, Castidad y Obediencia:

    POBREZA

    Incoherencias
  • Poner la fuerza en la pobreza material y no en el vaciamiento espiritual.
  • Vivir la opción por los pobres, con los pobres y desde los pobres, a nuestra manera y no a la manera de Jesús (a nuestra manera: ayudarles, estar con ellos, sufrir con ellos, promocionarles y a veces hasta angustiarnos con ellos independientemente del designio pleno del Padre para ellos.)
  • Desintegración entre el contexto de pobreza y la entrega en fe radical.
  • Dejarnos arrastrar por los valores del mundo, formarnos y capacitarnos según los esquemas del mundo, esto nos lleva a dirigir nuestra vida, llenarnos de nosotros mismos, acomodarnos, apropiarnos de los demás, de los cosas, es decir vivir las actitudes del hombre viejo.
  • Dejarnos dominar por la autosuficiencia, la imagen y la lógica, inseguridad, miedo a arriesgarnos.

    Coherencias
  • Docilidad al vaciamiento espiritual y despojo en el contexto de pobreza evangélica en dependencia del Padre.
  • Experiencia de abandono y muerte a nosotros mismos en alianza de por vida con Jesús pobre y humillado que nos da plenitud y felicidad y nos mantiene abiertos y libres a lo que Dios quiere de nosotros.
  • La opción por los pobres desde Jesús y a la manera de Jesús; llevar a los pequeñitos la vivencia del Padre. En proceso de desclase y solidaridad con los pobres, centrándonos en Jesús nuestra pobreza se va integrando en la de El.

    CASTIDAD

    Incoherencias
  • Vemos de incoherente el haber ido apartando nuestro corazón de Jesús, nuestro único tesoro, y vivir en la idolatría sin fe radical manifestada en la no aceptación del amor gratuito de Dios queriéndonos justificar con nuestras propias obras, vivir con afectos desordenados y sexualidad desordenada y falta de amor gratuito.
  • Nuestro corazón ha estado lleno de nuestras propias personas, amistades gratificantes, enamoramientos, nuestras familias, valores del mundo…imagen falsa.
  • Nos apropiamos de la misión entre los pobres a nuestra manera y no a la manera de Jesús.

    Coherencias
  • Nos sentimos llamados a una conversión en un proceso constante dejándonos hacer de nuevo, conducir y amar por el Señor que nos lleva a un conocimiento interno de Jesús.
  • Identificación amorosa con Jesús pobre y humillado que nos hace sentirle como nuestro esposo íntimo, nuestro todo, en una vida de seguimiento por el camino de la cruz. Esto nos está llevando a una libertad interior y a un crecer en la intimidad con Jesús, en proceso de fe radical.

    OBEDIENCIA

    Incoherencias
  • Tomamos la decisión de hacer nuestra entrega al Señor y luego seguimos manejando nuestra vida con los patrones y modelos del mundo.
  • A veces sentimos falta de docilidad al Espíritu.
  • Nos resistimos a acoger el plan de Dios por miedo a la cruz.
  • Sentimos una falta de confianza en el amor infinito de Dios.
  • Sentimos resistencia a vivir en la inseguridad y abandonarlo todo en el Padre.
  • Nos resistimos a acoger el querer de Dios mediante la mediación humana (superior, comunidad, otras personas, acontecimientos.)
  • Dificultad de acoger la mediación del superior por imagen negativa paterna.
  • Manejarnos por nuestros gustos, actuar desde nuestro punto de vista y poco discernimiento.

    Coherencias
  • Experimentamos momentos de búsqueda de la voluntad de Dios y acogemos esa voluntad manifestada en los superiores.
  • Nos decidimos a entrar en un proceso de conversión personal y comunitaria hacia el dejarse conducir día a día por el Espíritu del Señor.
  • Nos abrimos a la poda del Padre.
  • Firmeza en la representación ante el superior en nuestro sentir diferente desde el Señor.
  • Acogemos la CAF, para buscar o hacer la voluntad del Padre.

B- CAF San Francisco.

(San Juan 7- 8 de Octubre)

  • 1. LA POBREZA

    ANTES DE ENTRAR EN LA VIDA RELIGIOSA:

    La mayoría de nosotros procedemos de familias sencillas, trabajadoras, con vivencia de austeridad. En general, con las necesidades básicas cubiertas, pero no exentas de privaciones en algunos aspectos. La pobreza alguna manera la padecíamos, pero en nosotros no era opción. Esta realidad la hemos vivido de diferentes maneras; en algunos, se acogió con normalidad, sin ambicionar otra cosa. En otros, sin embargo, se dio la no aceptación, rechazo, y cierta vergüenza, llevando muchas veces a algunos a ambicionar, soñar y procurar otro nivel social; a poner gran empeño en tener cosas materiales o a aspirar a profesiones que le hagan importantes en la sociedad.

    Esta vivencia de austeridad, y pobreza ha dejado en algunos de nosotros ciertas huellas que hemos ido descubriendo antes y ya en la vida religiosa:

    Negativo
  • Orgullo de ser pobre
  • Cierta mezquindad en cuanto a las cosas
  • Poca libertad en el uso de las cosas
  • Rechazo a los pobres y la pobreza; desclasamiento.

    Positivo
  • Voluntad, constancia, dominio de sí, responsabilidad
  • Espíritu de lucha y capacidad de sacrificio
  • Capacidad de adaptación a las personas, ambientes, lugares, a lo que hay
  • Capacidad para la solidaridad, la corresponsabilidad
  • Opción por los pobres y por una vida pobre
  • Capacidad para gozar y valorar las cosas pequeñas
  • Fe y confianza en Dios a pesar de las dificultades de la vida.

    EN LA VIDA RELIGIOSA

    Con esta historia entramos en la vida religiosa. El comienzo en ella, para algunos fue un empalmar con la anterior realidad vivida: sobre todo la austeridad que era la manera común de vivir entonces la pobreza en la vida religiosa. Énfasis fuerte en la ascesis, renuncia, no tener nada propio, no disponer ni hacer nada sin permiso.

    Los cambios producidos en la vida religiosa en el tema pobreza, a partir sobre todo del Vaticano II (una mayor libertad para todo), produjo una sana liberación de restricciones y normas sin sentido. Más tarde, en algunos de nosotros, el exceso de cosas innecesarias, a veces hasta el consumismo, que entró en las casas religiosas despertó reacciones de rebeldías, descontentos, tensiones y cuestionamientos.

    Para otros, sobre todo en los jóvenes, la entrada en la vida religiosa significó subir de nivel de vida, algunos se adaptaron y vivieron esta realidad como algo normal pero provisional. En otros produjo malestar, sensación fuerte de incoherencia, cierta actitud de protesta y deseos de mayor autenticidad y coherencia.

    La austeridad en alguno de nosotros, al ponerse en contacto y confrontación con un estilo de vida más cómodo y de mayores posibilidades, poco a poco, fue cuestionada y relativizada como valor. Esto le trajo un crecer en libertad y responsabilidad; también a aprender a disfrutar más de las cosas.

    En otra persona de la comunidad, la pobreza como austeridad valorada por años en si misma, fue evolucionando y adquiriendo nuevos matices: la pobreza como libertad para el anuncio del Evangelio.

    La opción por los pobres ha tenido diferentes procesos en nosotros. En algunos, ha estado en la raíz misma de la vocación a la vida religiosa. En otros, se ha dado como descubrimiento progresivo de las exigencias del seguimiento de Jesús. En otra, ha venido como contagio y exigencia de coherencia con lo que promovía hasta llevarle a descubrir y a acoger que el lugar de la vida religiosa está entre los pobres.

    Otra, desde unos años atrás, ha ido sintiendo la invitación a la pobreza como dependencia de Dios y de seguimiento a Jesús pobre y humillado. Esta llamada al anonadamiento producía en ella mucho miedo, por lo que no la acogía ni la podía vivir.

    Esta opción por los pobres, muchas veces en nosotros, se ha mezclado con elementos ideológicos, de moda, ambiente, imagen, etc.

    NUESTRO MOMENTO ACTUAL

    En estos últimos años, debido a diferentes acontecimientos, búsquedas personales, contactos con los pobres, inserción entre los pobres (Tujukua, San Cayetano, San Francisco, Santa María), EE.EE, la comunidad apostólica, nuestra pastoral, las terapias, el encuentro de San Juan sobre los votos, hemos ido experimentando, a nivel personal y comunitario, un llamado a vivir con autenticidad la pobreza de Jesús.

    Algunos rasgos comunes en nosotros en este llamado a vivir la pobreza son la pobreza como:
  • Dependencia radical del Padre, necesidad de El
  • Dejarse conducir por su Espíritu
  • Vaciamiento de nosotros mismos
  • Identificación con Jesús pobre y humillado
  • Nuestra experiencia de Jesús como nuestro único tesoro
  • Entrega de toda mi persona a los demás, sobre todo a los pobres
  • Comunicación del Reino de Dios a los pobres en solidaridad con su estilo de vida
  • Don, gracia.

    Sentimos que, tanto personal como comunitariamente, hemos comenzado a caminar en este estilo de pobreza, aunque también experimentamos en nosotros la fuerza del hombre viejo:
  • Tentación de llenarnos de nosotros mismos; yo mismo mi riqueza
  • Tentación de medir la pobreza desde la austeridad
  • La mezquindad
  • Peligro de no ser libre en el uso de las cosas
  • Querer, a veces, prevenir y asegurar demasiado las cosas.

    2. LA CASTIDAD

    ANTES DE ENTRAR EN LA VIDA RELIGIOSA:

    Nuestra experiencia anterior a la vida religiosa, en lo que se refiere a la castidad, la podemos recoger en dos momentos: Infancia y adolescencia-juventud.

    a) - Infancia: Algunas características que se han dado en nosotros.

    En general, se ha dado una mayor cercanía afectiva y de confianza con la mamá que con el papá. Algunos no han tenido suficiente cariño ni calor familiar; falta de papá, poca presencia de los padres en el hogar, relaciones difíciles entre la pareja, etc. Otros han gozado de un ambiente más tranquilo y estable.

    b) - Adolescencia –juventud:

    Varios de nosotros, hemos vivido con fuerza el proyecto de formar una familia centrando en eso todo el corazón. Otros, sin embargo, se centraron mucho más en el estudio, en lograr una carrera y en tener cosas lindas. En este tiempo, algunas vivieron como valor importante su virginidad.

    En alguno, la experiencia de machismo ha sido muy fuerte. Comenzó ya en su familia y se fomentó entre compañeros y ambiente. Esto tuvo gran repercusión en el trato con la mujer, mirándola como objeto sexual. Después, al tener mayor contacto con grupos de iglesia, le llevó a reprimirse, creando gran violencia en él.

    Hay también experiencias distintas. Una, ya en su adolescencia, sintió el llamado de Jesús y se entregó plenamente a él. Esto le llevó a cuidar todos los aspectos de su vida, especialmente su afectividad, para no poner en riesgo su vocación.

    Esta experiencia de llamado, el resto de nosotros lo sintió un poco más tarde. Se dio de distintas maneras: como atracción por la persona de Jesús, como enamoramiento, por medio de los pobres, el querer hacer la voluntad de Dios, etc. Es común en todo el llamado a seguir a Jesús y entregarle toda nuestra persona.

    c) - En la vida religiosa

    Durante muchos años en la vida religiosa, la castidad estuvo marcada por la renuncia, ascesis, negación de la afectividad, etc. Se ponía excesivo cuidado en las amistades particulares, el que no existiesen apegos, en el no contacto físico, etc. Esto lo vivieron sobre todo los mayores de la comunidad. Para alguno supuso mucho sufrimiento, casi siempre vivido solo. La confesión, la eucaristía, el frecuentar algún grupo o el tener alguna responsabilidad más directa con la gente, fueron ayudas útiles para seguir adelante y para iniciar un modo de relación más natural y libre.

    A pesar de estas experiencias más bien negativas, se dio también vivencia de la castidad como don, como libertad para amar y entregarse. E incluso, en alguna, de iniciarse en la experiencia de Jesús como esposo.

    La vivencia de la castidad en los jóvenes tiene matices diferentes. En alguno, se dio bastante represión de 1a afectividad. Esto le produjo violencia y división interior: por un lado iba su ideal de entrega y por otro sus impulsos. Esta afectividad desordenada, en otros tomó características de apegos, enamoramientos, inmadureces, búsqueda de compensaciones, apropiación de personas, centrarse en sí mismo.

    Un elemento que nos ayudó a crecer en madurez afectiva fue la relación frecuente (en el trabajo, amistades, estudio, vecindad, etc.) con personas del otro sexo.

    Ha habido también, en algunos, procesos de enamoramientos que, bien acompañados y llevados con transparencia, sirvieron para crecer en madurez y fortalecer nuestra opción de seguimiento a Jesús.

    d) - Nuestro momento actual:

    Nuestro momento presente está marcado, sobre todo, por nuestras experiencias de EE.EE., terapias y la profundización sobre los votos de San Juan, y la vida de CAF.

    Como comunidad nos sentimos llamados a vivir la castidad como identificación amorosa con Jesús pobre y humillado. Esto lo expresamos de diferentes maneras, según las personas:
  • Jesús, como Esposo
  • Jesús, como centro de mi vida, mi único tesoro, mi riqueza
  • Jesús, mi Maestro
  • Jesús, mi Amigo íntimo, mi Amado, mi Todo.

    Reconocemos que algunos de estos aspectos ya los vivíamos en otros momentos anteriores de nuestra vida, con diferente intensidad. Otros, la mayoría de nosotros los hemos ido descubriendo últimamente.

    Lo que sí es nuevo para todos es la experiencia de progresiva unificación y centramiento de toda nuestra afectividad en la persona de Jesús, que nos lleva a volcarnos con más libertad y gratuidad a nuestros hermanos.

    LA OBEDIENCIA

    ANTES DE ENTRAR EN LA VIDA RELIGIOSA:

    En este aspecto de la Obediencia en nuestra historia familiar hay algunas diferencias:
  • En una se vivió el paternalismo y la sumisión
  • En otros la figura del papá es algo lejana y la mamá es la que lleva el manejo de la casa en el día a día, con quien es más fácil hablar, es más cercana, con quien hay más confianza y también es la que corrige. Ella es la que dialoga con el papá, quien tiene la última autoridad.

    En nuestra primera época, el obedecer era a nuestros padres y venía dado por un cierto miedo a su autoridad. Dependíamos de nuestros padres en todos los sentidos.

    En algunos de los jóvenes, en la adolescencia se dieron manifestaciones de rebeldía, como autoafirmación y liberación de la obediencia. También hubo experiencia de libertad y confianza por parte de sus padres.

    El primer acto de verdadera autonomía lo podemos centrar en nuestra opción por la vida religiosa, donde todos tuvimos dificultades, resistencias, persecuciones, oposiciones, etc. por parte de nuestros padres y, o de nosotros mismos, aunque fue más fuerte la fidelidad a la voluntad de Dios. Aquí sentimos claramente que obedecíamos primero a Dios que a nuestros padres, e incluso algunos renunciando a otros proyectos de vida que también nos atraían.

    El querer hacer la voluntad de Dios fue en todos, la fuerza para seguir el llamado de Jesús.

    EN LA VIDA RELIGIOSA

    En los mayores la obediencia se vivió como continuidad al estilo vivido en la casa:
  • Dependencia
  • Pedir permiso para todo
  • Reverencia
  • Sumisión
  • Sin poder pensar, opinar, etc.

    La obediencia era normativa y disciplinar especialmente. Se obedecía ciegamente al Superior, quien representaba a Dios, esto traía como resultado un estilo de obediencia material y a medias.

    La renovación de la vida religiosa a partir del Vaticano II hizo que este estilo de obediencia y esta figura del Superior cambiaran. Fue posible manifestar lo que sentíamos, pudimos dialogar con el Superior, la relación fue más entre iguales. Comenzó a haber consultas a la comunidad y para algunas fue un empezar a pensar para aportar responsablemente. Empezó a ser la obediencia menos vertical.

    Más recientemente sentimos la necesidad de responder a la Voluntad de Dios, buscada en discernimiento con el Superior y también con la comunidad. En los jóvenes, al comienzo de su vida religiosa se dan dos maneras de vivir la obediencia:
  • En algunos se da la rebeldía, el choque, ven al Superior como responsable de un estilo de vida y de unas estructuras que no aceptan
  • Alguno tuvo que fingir obediencia, para seguir adelante
  • En otros la mediación del Superior es aceptada hasta cierto punto, no se acoge la obediencia ciega.

    Para todos, la primera experiencia fuerte de obedecer al Superior vino con un nuevo destino o responsabilidad, no vistos de entrada como voluntad de Dios para su persona, pero una vez acogida y vivida con dolor también experimentaron que Dios se valía de eso para manifestar su Voluntad y crecieron en confianza y dependencia de Dios.

    NUESTRO MOMENTO ACTUAL

    En este ultimo tiempo, sobre todo a través de los retiros, hemos entroncado con la llamada original, que todos un día experimentamos, de seguimiento a Jesús, y se nos ha clarificado más vitalmente su invitación a la obediencia al Padre a la manera suya. “Se hizo obediente hasta la muerte y muerte de cruz” (Fil.2, 8).

    Algunos rasgos comunes en nosotros que podemos nombrar y en lo que sentimos que nos iniciamos, son los siguientes:
  • El Padre rige nuestra vida
  • La dependencia del Padre
  • La confianza absoluta en El
  • La disponibilidad a su Voluntad
  • La búsqueda en escucha y discernimiento comunitario
  • Abiertos a la mediación del Superior como confirmación del discernimiento.

    Con esta experiencia de obediencia se mezclan también incoherencias:
  • Búsqueda de mi imagen
  • Proyectos personales que afloran
  • Apoyarnos en nosotros mismos
  • Resistencias
  • Querer agarrarnos a nuestros criterios
  • Superficialidad en algunos discernimientos, que hacemos.

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