lunes, 1 de enero de 2007

EL ITINERARIO DEL SEGUIDOR DE JESÚS LIBERADOR

No dice dónde fue, al margen de la 1ª pág. indica la fecha de septiembre 29 de 1989.

EL ITINERARIO DEL SEGUIDOR DE JESÚS LIBERADOR
(Proyecto de formación de la comunidad apostólica)

LA PROCLAMA Nos aproximamos al seguimiento de Jesús llenos de demonios (Lc 11, 24-26). Las exigencias del orden este, el mundo, habitan en nosotros enraizadas en lo profundo de nuestra persona e impulsan conductas, percepciones, juicios, y señalan valores determinantes de la supuesta felicidad hacia la que corremos (Lc 6, 24-26). El orden personal está desordenado. El orden social, matriz de la persona desordenada, está invertido; responde a dioses falsos, a las exigencias del mundo, garantes del sentido humano, pero vacías de Vida (Jn, 8,23-24).

El dinamismo de la Vida - El Espíritu - no ha llegado, no ha penetrado en las tinieblas donde habita el hombre (Jn 7,39). Mas en Jesús mora la luz de la Vida del Padre (Jn 8,12). La Luz se adentra en las tinieblas humanas, las acoge e irradia exigencias inversas que liberan a quien las hace suyas (Jn 1,5; 12,46; Lc 6, 20-23). El proceso de liberación es largo y costoso, pues el Señor vino a llamar a hombres ya formados por el mundo (Mt 9,13). El nos invita a seguirlo y a des - formarnos (Mt 9, 9). Las exigencias esclavizantes del orden este, dadoras de no vida, en gran parte nos forjaron. Urge ahora re- formarnos. Hay que ser moldeados, ser formados por las exigencias de vida del Maestro, que nos liberan de toda esclavitud.

La persona liberada, persona libre y responsable, comparte el dinamismo de Vida de Jesús: su Espíritu. Nace de Dios como hombre nuevo (Jn 1, 12) y vive en la comunidad del Espíritu (Jn 14, 16), comunidad en donde son otros los mandamientos que rigen solamente lo que el Padre propone (Jn l2, 49-50). Y así goza de la plena felicidad de hermanos en el Señor (Jn, 15,9-11). Paz, alegría, igualdad, amistad, solidaridad, ayuda mutua, afecto, perdón seguro, permanecen allí, donde el Padre es Rey (Gál 5,22-23).

La comunidad de hermanos en el Señor, a su vez, se constituye en luz para las tinieblas del mundo, en comunidad apostólica (Mt 5,14). Los elegidos serán liberados y se incorporarán a la alternativa social de Jesús (Jn 11, 45), los empedernidos aguardan con la cruz (Jn 11, 46. 53).

EL ENFOQUE. ¿Qué enfoque guiará la formación del seguidor de Jesús? ¿Otro que dar remate a la obra del Padre? (Jn 4,34). No. Lo que vale para el Maestro, vale para su discípulo (Jn 13,15-16). Jesús vino a dar vida al hombre, plenitud de vida, rebosante (Jn 10,10). Su vida se hará vida en nosotros (Jn l, 16). Es encargo del Padre que el dinamismo de Jesús dinamice al hombre (Jn l7, 22). El hombre que nace del Espíritu es designio del Padre (Jn 3, 5). El hombre nuevo convive en la sociedad nueva (Jn 15, 19-20ª). El Maestro congrega al hombre liberado o en proceso de liberación en la comunidad cristiana, comunidad del Espíritu, alternativa social de hermandad (Mt 9,10).

El seguidor se forma accediendo a su proceso de liberación trabajando, creciendo como hombre nuevo en la matriz donde está forjándose a semejanza de Jesús - la comunidad de hermanos en el Señor (Mc 4, 11,20). El Principio y fundamento de la misión consiste en comunicar lo vivido y vivir lo comunicable a los demás (Jn 5, 19; 16, 12-13). Hay que acrecentar la novedad del hombre de Espíritu y la novedad de la sociedad de hermanos regida y dinamizada por el amor fiel del Padre (Jn, l, 14).

Establecerse o retroceder, equivale a la irrupción paulatina de la muerte, destructora de toda posibilidad de irradiación de lo nuevo (Jn 6,66-68). No proponemos nada propio; es encargo del Padre lo que proponemos (Jn, 7,28). Somos enviados a que nuestra luz brille y las tinieblas en las que habita el mundo cedan a la Luz que mora en nosotros. Esto y no otra cosa es lo que vivenciamos; esto y no otra cosa es lo que comunicamos; esto y no otra cosa es, en fin, lo que misionamos (Mt 5,16). El enfoque de la formación es para la misión.

LA META: Lo alcanzado resta aún por completar (Fil. 3, l2). Lo vivido resta aun por primar (Jn 4,34). La carrera la comienza Jesús, toma la iniciativa y nos envía a que demos fruto que dure (Jn 15,16). El hombre nuevo balbucea como niño; la comunidad apostólica renguea, las rodillas débiles no soportan el peso de lo nuevo; no ha llegado al caracú la novedad del Señor Heb. (12,12-13). Todo es proceso (Heb.12, 1). La higuera tiene que ser visitada varias veces, la tierra removida, el abono echado espera por la lluvia (Lc 13,6-9), la vid tiene que ser podada (Jn 15, 2b), el Señor dará el crecimiento (l Cor. 3,7).

La formación para la espera, espera que paulatinamente torne en alimento el encargo del Padre (Jn 4,34-35). Cuando las exigencias del Señor completen nuestra felicidad y el gozo tome forma de paz que nadie pueda quitarnos, entonces la meta ya se vislumbra (Jn l4, 27). La meta es Jesús (Fil.3, 8). El es el mensaje del Padre al mundo (Jn l, 17). El es aquel en el que el Padre rige, completa es la adhesión del Hijo a su Dios (Mc14, 36). Jesús es el hombre comunitario que teje su matriz social con la solidaridad y la vida que da el Espíritu (Lc 4, 14-19). En la medida en que nosotros experimentamos al Padre como Dios, hemos apropiado el mensaje, hemos entrado en su reinado y la alternativa social de la comunidad del Espíritu se ha hecho realidad entre nosotros (Jn 14, 6ª-7).

La meta es Jesús, pero Jesús que vive en mí, en nosotros, dinamizándonos en su Espíritu con la vida del Padre (Gál.2, 20). Formación para la espera, sin impaciencia, para el proceso de conversión, divinizador, que nos hace semejantes al Señor y nos capacita para que lo alcanzado vaya completándose y lo vivido vaya primando (Mc 1, 15). Si lo vivido es lo comunicable, la meta es también misión.

EL COMIENZO. “Tú, sígueme…” (Jn 2l, 22). Invitación tajante. Inicio de crisis. Los ciegos verán (Jn 9, 39). No escuchar esa voz, no acceder a esa invitación, remite a otra voz: veo, no tengo necesidad de ser curado (Jn 9, 4l). Está en juego entrar en la vida o permanecer en la muerte, que irradie la luz o intentar vanamente ponerla bajo la olla y abrazar las tiniebla (Mt 5, 15). La adhesión a la persona de Jesús no permite medias tintas (Jn 8, 30-32). La sanación acontece cuando el Amo de Jesús prevalece sobre el otro; el otro por tanto deja ya de ser amo (Lc 16,13).

Las exigencias del orden este y las exigencias de Jesús no se compaginan, no puede haber arreglos mediocres. Los dioses falsos y el Dios de Jesús no hablan el mismo idioma, no conducen a la misma felicidad. Hay que elegir; tomar la decisión (Lc 9, 59-60). Elijo al Señor y su manera de vida en comunidad, o elijo al jefe del orden este y a su sociedad invertida (Lc 11, 23). Estoy entre la espada y la pared. No busque esta disyuntiva, fui elegido para ella (Jn 6, 65). El Señor vino en mi búsqueda, me encontró, y me llamó (Lc 15, 3-6). Me dice: Se hombre de fe radical (Mt 8, 26).

Pero yo me encuentro en medio de las tinieblas; entrar en la luz ocasionaría un desbloque y un sin -sentido inicial, un sufrimiento atroz (Mc 8,17). No estoy preparado para una entrega radical a la Luz. Nadie me enseño (Mc 6,34). Jesús: Déjalo todo, sígueme (Mc,10,21), pero, si me adhiero a su persona y a su mensaje, si su programa de vida define y matiza la vida de comunidad a la que estoy invitado y me entrego a todo esto sin titubeos, apartando de mi las vacilaciones, esta fe, entonces, me ha salvado (Lc 7,50).

Fe radical. Esta entrega total y confiada, parte del caracú de mi persona. Comienzo agarrado a su no temas la formación lenta y progresiva de discípulo suyo (Lc 5, 10-11).


LA PRAXIS. Mantenernos en la fe radical. El comienzo del seguimiento solo en parte libera. Los demonios persisten, el Señor insiste (Lc 6, 46). El encuentro con Jesús liberador desencadena el proceso formador que nos hace libres. Pero las tinieblas no se han disipado del todo (Jn 1,10). Es preciso que Jesús penetre a donde estamos viviendo (Jn 12, 35-36). Las tinieblas aguardan la llegada de la Luz, en ella se ocultan los demonios; no somos del todo conscientes de lo que nos rige. El exorcismo eficaz exige acampar en las tinieblas y dialogar con los demonios (Jn 4, la samaritana), (Jn 9, 5-7, Jesús da vista el ciego). A veces nosotros lo experimentamos como denuncia. El Señor acoge al endemoniado, devela la exigencia liberadora y espera su adhesión, no viene la adhesión como fruto de mi razonamiento (Jn .9, 35-38). Lo repite una y otra vez (Mt 16,15).

El proceso de liberación es largo, costoso; la fe radical, por los dolores del parto repetitivo, mengua (Rom.8, 22-23). Jesús viene a nuestro auxilio: no seas hombre de poca fe (Mt 8,26), mantente en la esperanza (Rom.8, 26). La comunidad del Espíritu provee el contexto acogedor, liberador; es importante que la comunidad tenga claridad de exigencia, que exija y tenga paciencia a la vez. La comunidad conoce la manera del Señor y aguarda con paciencia la liberación de los suyos (Rom.8, 24-25).

Situarnos con Jesús liberador en su misión. Si nos quedamos a vivir con el Señor (Jn l, 39) y sus exigencias comienzan a impulsar nuestra conducta, percepciones y juicios y a señalar valores del Reino garantes de plena felicidad, el choque con los demonios será inexorable (Lc 22, 28-32). Re-formarnos cuesta sangre (Heb. 12, 4). Hasta ahora hemos vivido en un engaño. Creyéndonos libres resulta que somos esclavos, aparentando buen juicio hemos sido fanáticos, buscando la felicidad nos sedujo la no vida. El orden este, nos tiene bajo su puño. Examinemos, nuestra esclavitud. En todas estas exigencias hay que estar aprendiendo. A la vez se da antes la adhesión a la persona de Jesús. Fe radical y vivencia de su mensaje, las van juntas, son procesos y obras de la gracia.

EL PODER. Primero la ideología de poder: “El que quiera seguirme reniegue de si mismo” (Mt 16, 24), “hágase como niño que sirve” (Mc 9,35-36), pues todos ustedes son hermanos (Mt 23, 8). Así habla Jesús. Sus exigencias de igualdad y servicio mutuo de hermanos confrontan la búsqueda de dominio sobre los otros. La tara aparece entre nosotros. Nos ha costado esfuerzo y perseverancia lograr un puesto en la vida. Luchamos para obtener un lugar en la sociedad y así realizarnos. El dominio que ejercemos sobre otros no lo consideramos opresor, lo vemos necesario para que nuestro rol se despliegue y poder llegar a ser quien nos propusimos ser. Los jóvenes han caminado poco por esta ruta. Los viejos ya saben de qué se trata. Jesús invierte la autorrealización.

No es feliz quien llega a ser quien se propone ser. Es feliz quien como un niño ante Dios no tiene propuesta propia y se realiza llegando a ser lo que el Padre propone (Jn 8, 28). El servicio mutuo de hermanos es la propuesta formadora dada por el Padre (Jn l3, 14) que invierte la propuesta de dominio en miras a la realización personal. La comunidad del Espíritu toma la corresponsabilidad en el servicio mutuo como norma de vida que acarrea la felicidad (l Cor.12, 7).

LA FAMA. La sed de honores, prestigio y apariencia, demonios todos, también se esconden en nuestra tiniebla. Se esconden: esto hay que recalcar. Nadie que haya ingresado en la comunidad del Espíritu supuestamente lo busca, pero buscar se busca (Mt 18,1). Ser tenido en cuenta, ser querido, ser considerado útil, provechoso y necesario para la misión de la comunidad, ser valorado como persona, ¿quien de nosotros no ha experimentado estos deseos? Nuestro yo peligra si no recibimos muestras de aprecio, afecto, consideración y valor. El Señor por tanto exige a su comunidad que viva bajo la exigencia del amor de unos por otros, tal como El nos ama (Jn 13, 34).

Es la exigencia clave, la clave de la formación, el único mandamiento para la comunidad del Espíritu. Cuando se da esta clase de amor en la comunidad forjadora de amigos en el Señor, estos demonios son exorcizados, pues la comunidad nos encumbra (Mt 23,12b), en la medida en que me abra al amor gratuito. También es posible que por mi experiencia pasada no pueda vivir esto. Cuando no se da esta clase de amor, se busca vanamente afuera lo que no se encuentra adentro. O dentro de mi comunidad puede ser que me aferre con algunos no más. Y los demonios persisten, pues nosotros mismos nos encumbramos (Mt 23, 12ª); más aun, al encumbrarnos intentamos cerrarnos a la Luz que mora en la comunidad. El Señor preguntó a sus discípulos lo que discutían por el camino. Ellos callaron; hablaban de quién entre ellos era el más importante (Mc 33-34). No habían sido liberados del todo.

No entendían que en Jesús encontrarían gratis todo el aprecio, afecto, consideración y valor que ellos mismos eran incapaces de darse. Por eso, el individuo liberado dejará de buscar lo que recibe gratis en la comunidad del Señor; dejará de ser impulsado por su propio interés; acá, habrá transparencia, no cerrazón, y la sed de honores, prestigio y apariencia dará lugar a la sed de vivir el Reino y cargar con la cruz que éste conlleva, ésta entonces será liviana (Mt 11,28-30). Soportar las malas miradas, la marginación y aún la condena de la sociedad es fruto del aprecio, afecto, consideración y valor que la comunidad formadora de amigos en el Señor otorga a los suyos. Es importante dejarse conocer para dejarse amar, dejar conocer tu persona, no sólo lo que haces.

LA RIQUEZA. La sociedad enseña que el retener y acumular dan felicidad; exige a los suyos que lo vivan. Es la base de la injusticia social. Si el que está por encima vale más y el dominio lo da la riqueza, entonces mientras más retengamos y acumulemos más valemos. La sed de riqueza, dios falso, tesoro que acapara el corazón del hombre, envenena a la comunidad solidaria (1 Tim. 6,9-10). El antídoto formador es elegir ser pobres. Dichosos los que eligen ser pobres, porque esos tienen a Dios por Rey (Mt 5,3). Elegir ser pobres. Elegir desprenderse, no retener; elegir ser generosos, no acumular; elegir renunciar a la ambición de riqueza, no basta ser pobre de hecho (Mt 6,19-22). No todo el que es pobre, ha elegido ser pobre.

¿Y nosotros, qué? ¿Hemos elegido ser pobres, o siendo pobres anhelamos retener y acumular?
Solidaridad con los pobres, eso sí. Generosidad con los pobres, eso también. Pero opción por la pobreza la hacen solo aquellos que experimentan la fidelidad de Dios, la solicitud de Dios por los que optan por renunciar a ser ricos; en fin, eligen ser pobres los que tienen a Dios por Rey y su tesoro es que reine la justicia del Reino (Mt 6, 33). La alternativa social de Jesús invierte y matiza la realidad social que nos rodea. La invierte, porque el depender del Padre y no del dinero garantiza la felicidad y la justicia.

La matiza, porque privación de bienes no es sinónimo de pobreza en la comunidad del Espíritu. Pobreza es solidaridad, desprendimiento, generosidad, ambicionar no ser rico, vivir pobremente seguros que donde reina el Padre nada falta (Lc 22, 35). La alternativa social de Jesús libera al pobre de su hambre, al oprimido de la injusticia y al opresor de su ídolo. La comunidad apostólica lo vivencia y lo misiona. (Lc 8, 3). Jesús mantiene en tensión su opción por ser pobre con la seguridad de recursos económicos a la que los pobres no tienen acceso.

EL NACIONALISMO EXCLUSIVISTA. Todo pueblo, comunidad nacional o grupo social, se constituye en entidad viva en base a su cultura y a sus expectativas que lo cohesionan y vitalizan. Israel vibraba con la expectativa del Mesías liberador que restauraría la antigua gloria y poder del reinado de David. Israel pasaría de ser pueblo oprimido a ser pueblo regente. El nacionalismo exclusivista articulaba las expectativas de los discípulos de Jesús y ellos soñaban con participar de la gloria y el poder del Mesías victorioso Mc (10,37). Los aires de nacionalismo exclusivista agriaban a la comunidad del Señor y era un demonio difícil de exorcizar.

Esto tiene su contrapartida en el pueblo oprimido: la revancha, que el otro pague por lo que me ha hecho sufrir (Lc 9, 54), que el otro sea excluido de lo que me vendrá por derecho (He. 1, 6). Pero en el reinado de Dios no hay lugar para nacionalismos exclusivistas; esta abierto a todos los que presten adhesión a la persona y mensaje de Jesús: judíos, samaritanos y griegos (Lc 5, 11; 10,1. Jn 12, 44-46). El alcance universalista del Reino crea crisis en los discípulos; la conversión es lenta He. 10,9-16. El Espíritu no obstante impulsa a la comunidad a vivir en hermandad con todos los que van viniendo (He 2, 41-42).

La comunidad apostólica forma para el universalismo del Reino. Nuestra mezcla de nacionalidades y culturas vitalizan la vida de hermandad en cuanto se acogen en mutuo respeto, en cuanto se rivalizan o menosprecian minan la unión de los hermanos e incapacitan para la misión.

EL PARTICULARISMO. “Te seguiré. Señor, pero permíteme despedirme primero de mi familia” (Lc 9, 61). La familia - cuna de seguridad, lugar de afecto, fuente de identidad personal - sostiene, liga y nutre. De repente llega el día de la llamada: “Ven, sígueme”. Si Señor, pero primero... Jesús aclara la opción: si uno quiere venirse conmigo y no me prefiere a su padre y a su madre, si no me prefiere por encima de sí mismo no puede ser discípulo mío (Lc, 14, 26). El tópico es la decisión; romper la ligadura. La adhesión a Jesús y al Reino que la comunidad misiona está por encima de la ligadura familiar y personal. La opción por Jesús y por la alternativa social que El propone rompe con todo particularismo.

No estamos preparados para una opción tan radical. Estamos acostumbrados a seguir a Jesús, a nuestra familia y a nuestra persona. De ahí la vehemencia de Jesús, porque la cruz aguarda a la comunidad que trabaja por la justicia del Reino (Lc 14, 27). Ante esta perspectiva surge la tentación de volverse atrás, volver a mi familia y salvar mi persona (Lc 9, 61). Por eso, Jesús contestó al discípulo: el que echa mano al arado y sigue mirando atrás, no vale para el Reino de Dios (Lc 9, 62). La decisión no sólo es radical, también es irreversible.

¿Cómo formar para tal decisión? De todas maneras seguimos necesitando seguridad, afecto e identidad. La comunidad del Espíritu forma; ella funge como familia de hermanos y hermanas, madres e hijos en el Señor (Mc 10.29-30). En ella estamos seguros, hay afecto y nuestra identificación con Jesús crece. Así perseveraremos en la decisión radical e irreversible de seguir a Jesús en comunidad apostólica.

SEXUALIDAD ININTEGRADA. “Simón el fariseo dijo para sus adentros: éste, si fuera profeta, sabría quien es la mujer que lo está tocando y qué clase de mujer es: una pecadora” (Lc 7, 39). Simón el fariseo miraba a la mujer y veía a una prostituta. Jesús miraba a la mujer prostituta y veía a una persona. Simón el fariseo era un hombre justo, no era adúltero como los demás hombres (Lc 18, 11). Pero su erotismo era incontrolable. Joachin Jeremías, el respetado exegeta, dijo que para los judíos del tiempo de Jesús era inconcebible que el hombre pudiera controlar su impulso sexual.

Los justos alardeaban de no cometer adulterio de hecho, aunque no siempre lo lograban (Rom.2, 22). Los pecadores no osaban atribuirse tal virtud (Lc 18, 13). Si el impulso sexual del varón era incontrolable, entonces era menester proteger a la mujer honesta. Esta no debería de andar con ningún hombre fuera de su esposo. Jesús no aceptaba ninguna de estas dos supuestas verdades. Es posible, que el hombre controle su erotismo, dice Jesús (Mt 5, 27-28); es posible que la mujer honesta ande con quien no sea su esposo sin temor a ser violada y la prueba está en que se da (Lc 8, 1-3).

¿Qué pasa con Simón el fariseo? ¿Qué pasa con la mujer prostituta antes de conocer a Jesús? En ellos acontecen las dos caras de un mismo proceso. El erotismo de Simón el fariseo - inaceptable pulsión para un justo - lo carga la mujer prostituta. Ella acepta su rol de seductora y, ante los hombres, exime de responsabilidad al justo seducido (Jn 8, 5 Dt. 22, 22). Servicio mutuo de hermanos confrontan la búsqueda de dominio sobre los otros.¿donde está el varón? Ninguno de los dos ha integrado su sexualidad. Simón el fariseo no ha reconocido su erotismo como don de Dios, para él su pulsión erótica es semilla de muerte que inexorablemente lo llevará a violar la ley (Rom.7, 5).

La mujer prostituta vive su erotismo en función del deseo del varón; no es suyo; no lo controla; responde a las expectativas que el varón le ha proyectado, Jesús sin embargo, reconoce su erotismo como hechura del Padre (Lc 2, 52; Mt 19, 4). lo acoge desde el Padre y lo torna controlable (Jn 7, 18); El Señor es capaz de expresarlo, más decide sublimarlo por causa del Reino y no reprimirlo (Mt 19,11-12).

La mujer prostituta suplica ser liberada. Para esto necesita adueñarse de lo suyo. Su sexualidad no debe estar en función del erotismo del varón, debe estar en función de su ser de mujer. Jesús no proyecta su erotismo sobre ella; la mira y ve a la mujer prostituta que en lo profundo es hija de Abraham, es persona. Nunca ningún hombre la había mirado así. Se siente liberada de una carga que la sociedad le había impuesto. Recupera su dignidad. No tiene miedo de tocar a Jesús (Lc 7, 38); no va a ser utilizada, ni violada. Se siente liberada y agradecida.

Nuestra comunidad apostólica está constituida por varones y mujeres no del todo liberados. Los roles sexuales que el mundo nos ha propuesto no se ajustan al plan del Creador. Dios no creo al hombre erótico para el descontrol, sino para el dominio de sí mismo (He 24, 24-25). No obstante, no hay dominio de si mismo sin previa aceptación gozosa de nuestro ser sexuado con sus pulsiones eróticas.

En la medida en que retomamos nuestras proyecciones eróticas y las acogemos como hechura del Padre en sus criaturas, nuestra sexualidad se irá integrando y nos iremos transformando a semejanza de Jesús casto. Formación para la sexualidad integrada es exigencia del Maestro para su comunidad apostólica formada de varones y mujeres llamados a la castidad.

SEXUALIDAD INCOMPLEMENTADA. Al comenzar a seguir a Jesús, Juan era un hombre macho. Sus actitudes se asemejaban a las de un joven que para demostrar que es macho reacciona desmesuradamente a la ofensa recibida (Lc 9, 54). María Magdalena, antes de encontrarse con Jesús, era una gran coqueta. ¿Qué prostituta puede ganarse la vida a no ser que domine el arte de la seducción del varón (Lc 8, 2?) Juan era macho; María Magdalena, coqueta. Los dos habían afirmado su identidad sexual tal como el orden este lo exige: que el varón sea claramente varón, mientras más macho mejor, y la mujer sea sin lugar a dudas, mujer, coqueta lo más posible. Ellos habían afirmado su identidad sexual, la habían polarizado, pero según las exigencias del mundo y además sin preocuparse por complementarla.

Sin embargo con el tiempo y la convivencia con Jesús (Jn 12, 26; 13, 35), Juan, sin dejar de ser varonil, se feminizará mostrando sentimientos delicados (Jn 13, 25) y María Magdalena, sin dejar de ser femenina, se masculinizará llegando a ser líder de hombres (Jn 20, 18). Jesús los libera a ambos para que lleguen a ser un verdadero varón y una verdadera mujer respectivamente. Cuando el varón es capaz de admitir sus rasgos femeninos y la mujer sus rasgos masculinos,1a sexualidad de ambos entra en un proceso de complementación. Esta es tarea del varón y de la mujer seguros de su identidad sexual. Podríamos decir que es tarea de la segunda mitad de la vida. Tarea imprescindible para los miembros mayores de la comunidad apostólica.

Varones, ya maduros en años, caprichosos y con afectos vehementes y mujeres mayores con opiniones tenaces que descansan sobre presupuestos inconscientes son fruto de una sexualidad en gran parte incomplementada. Los dos en parte han complementado su sexualidad; es verdad, pero de un modo inconsciente, sin quererlo y sin controlar el proceso. Estos varones no han querido acoger sus sentimientos, lo creativo y delicado que hay en ellos. Al igual que esas mujeres rechazaron crecer en inteligencia crítica y someterse a exigencias costosas.

La comunidad del Espíritu, nuestra comunidad, forma a sus miembros en identidad sexual y en sexualidad complementada, todo a la manera de Jesús y no del mundo. Primero, ella provee el contexto para que los jóvenes, varones y mujeres, tengan modelos de hermanos y hermanas del mismo sexo que ya han afirmado su identidad sexual. Supuestamente estos hermanos mayores ofrecen un modelo varonil sin machismo y las hermanas mayores reflejan un modelo femenino sin coquetería ni matriarquismo. Segundo, la comunidad apostólica presenta modelos del sexo opuesto a sus miembros más maduros para que complementen su identidad sexual y crezcan paulatinamente en ternura y firmeza, flexibilidad y fortaleza, ambigüedad y precisión, conocimiento difuso y pensamiento enfocado, cobijar y guiar, recibir y dar.

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